Néstor
Pérez y el firmante (ambos de Buenos Aires, Argentina y de 25 y 29 años en ese
momento), nos encontrábamos disfrutando de la hermosa ciudad de Arequipa (Perú)
luego de haber estado en las nacientes del Amazonas (5000 mts. de altura en el
cerro Mismi) y emprendimos nuestro viaje con destino en el sur de Chile.
El 31 de enero de 1999 viajamos en micro hasta Tacna, al sur de Perú, y
cruzamos hasta Arica, al norte de Chile. Allí tomamos un avión a Santiago. En
ómnibus viajamos hacia Puerto Montt. Llegamos el 2 de febrero dejando atrás
nada menos que 3.200 km. de recorrido. Había comenzado la travesía.
Esperando a Ale
Cuando llegamos a esta hermosa
ciudad sureña de Chile buscamos alojamiento y luego del típico "tira y
afloje" caímos, casi por casualidad, a la casa de Geraldine. Una
simpática chilena que alquilaba habitaciones en el 1er. piso de una gran casa
de madera. Conocimos a sus hermosos hijos (de 8 y 4 años) y su simpático perro
de una extraña raza japonesa.
Puerto Montt era el lugar de encuentro con la tercera integrante de la
"expedición": Alejandra Vegega (de Capital Federal, Argentina, de 23
años).Ale llegaría, desde San Carlos de Bariloche, el día 4 así que nosotros
nos dedicamos a compar la comida necesaria para la caminata, recorrer un poco la
ciudad y... conocer gente. El día 3 aprovechamos para ir a Petrohué, Lago de
Todos los Santos y poder contemplar de cerca el volcán Osorno pero sólo vimos
nubes. Nuestro pic-nic fue un fiasco. El día estuvo horrible pero el paseo
igual valió la pena. Volvimos temprano y estábamos descansando cuando cayeron,
a la habitación vecina 9 chilenos -3 chicos y 6 chicas- de alrededor de 20
años. Todos de Santiago y Rancagua que viajaban de mochileros hacia el sur.
Inevitablemente el resto del día siguió entre charla, escuchar música, tomar
mate, etc. y siguió con una divertida salida grupal a bailar por la noche.
Al día siguiente armamos nuestras mochilas y partimos a la terminal a esperar a
Ale ya que inmediatamente tomaríamos el micro hacia Río Puelo. Nos aburrimos
de esperar y Ale... no llegó.
Al hablar con nuestros amigos de Bariloche (con quienes se había contactado Ale
para que la orienten como ir a Chile) nos enteramos que lo haría más tarde y
deberíamos partir al día siguiente.
Geraldine y nuestros amigos chilenos se rieron un buen rato al vernos volver con
nuestras mochilas y tener que desarmarlas para dormir esa noche. A nosotros no
nos causó ninguna gracia.
Volvimos a ir a la terminal y Ale llegó alrededor de las 19 hs.
Esa noche celebramos el encuentro con una buena cena de pescados y mariscos en
un restaurante de la ciudad.
Comenzando la travesía
Cuando
llegamos a esta hermosa ciudad sureña de Chile buscamos alojamiento y luego del
típico "tira y afloje" caímos, casi por casualidad, a la casa de
Geraldine. Una simpática chilena que alquilaba habitaciones en el 1er. piso de
una gran casa de madera. Conocimos a sus hermosos hijos (de 8 y 4 años) y su
simpático perro de una extraña raza japonesa.
Puerto Montt era el lugar de encuentro con la tercera integrante de la
"expedición": Alejandra Vegega (de Capital Federal, Argentina, de 23
años).Ale llegaría, desde San Carlos de Bariloche, el día 4 así que nosotros
nos dedicamos a comprar la comida necesaria para la caminata, recorrer un poco la
ciudad y... conocer gente. El día 3 aprovechamos para ir a Petrohué, Lago de
Todos los Santos y poder contemplar de cerca el volcán Osorno pero sólo vimos
nubes. Nuestro pic-nic fue un fiasco. El día estuvo horrible pero el paseo
igual valió la pena. Volvimos temprano y estábamos descansando cuando cayeron,
a la habitación vecina 9 chilenos -3 chicos y 6 chicas- de alrededor de 20 años.
Todos de Santiago y Rancagua que viajaban de mochileros hacia el sur.
Inevitablemente el resto del día siguió entre charla, escuchar música, tomar
mate, etc. y siguió con una divertida salida grupal a bailar por la noche.
Al día siguiente armamos nuestras mochilas y partimos a la terminal a esperar a
Ale ya que inmediatamente tomaríamos el micro hacia Río Puelo. Nos aburrimos
de esperar y Ale... no llegó.
Al hablar con nuestros amigos de Bariloche (con quienes se había contactado Ale
para que la orienten como ir a Chile) nos enteramos que lo haría más tarde y
deberíamos partir al día siguiente.
Geraldine y nuestros amigos chilenos se rieron un buen rato al vernos volver con
nuestras mochilas y tener que desarmarlas para dormir esa noche. A nosotros no
nos causó ninguna gracia.
Volvimos a ir a la terminal y Ale llegó alrededor de las 19 hs.
Esa noche celebramos el encuentro con una buena cena de pescados y mariscos en
un restaurante de la ciudad.
Comenzando la travesía
El
5 partimos apurados hacia la terminal y tomamos el bus hacia Río Puelo.
Llegamos alrededor de las 16 hs. y cruzamos en lancha el río. Del otro lado
caminamos como 1 km. hasta un almacén.
Nuestra intención era, ese día, cruzar el lago Tagüa-Tagüa para, al día
siguiente, iniciar la caminata pero nos encontramos que la camioneta que cubría
el trayecto de los 25 km. hasta el lago no corría en ese horario (eran más de
las 17 hs.).
No nos seducía caminar esa cantidad de kms. y charlando conseguimos que un camión
del ejército nos lleve hasta el lago. En el camino el camión levantó a una
pareja de chilenos.
Al llegar al lago todos -nosotros tres, nueve chilenos y un canadiense-
acampamos y armamos un fogón alrededor del cual nos sentamos a conversar, de
todo un poco.
La nota la dió un chileno que pescó una trucha, la cocinó y la comimos...
entre todos!!.
La fiesta terminó a eso de las 23 hs. porque así lo decidió San Pedro. El
desparramo hacia las carpas fue inmediato y llovió toda la noche.
A cruzar el lago
Con
Néstor, en Perú, nos tomamos la costumbre de cantar mientras escuchábamos música
en la carpa y no veíamos porque cambiar el hábito... de última que Alejandra
se la banque. Esa noche practicamos ese deporte.
A la mañana siguiente se nos acercó uno de los muchachos chilenos y nos
preguntó... con cierta compasión y seriamente... "¿ustedes
eran los que cantaban anoche?".
No recuerdo si nuestra respuesta fue evasiva o debimos reconocer la propiedad de
tan desafinadas voces pero todavía me molesta recordar la risa burlona de
Alejandra disfrutando de ese momento.
Luego de desarmar la carpa debimos "negociar" el cruce del lago con el
único transporte disponible: una lancha del hijo del que tiene la concesión
del cruce que "justo ese día" no trabajaba. Creo que no negociamos
tan mal aunque no nos cruzó todo el lago, nos dejó a tres cuartos del mismo.
Nuestra caminata se iniciaría unos 5 km. antes de lo planificado.
Caminante no hay camino
A
eso de las 11 hs. ya estábamos preparados para comenzar a caminar... y lo
hicimos.
A poco de andar comenzaron las dudas. El camino era como que ingresaba a
terrenos privados, se veían casas y corrales y nuestra "mentalidad
urbana" nos jugó una mala pasada.
"Por aquí no debe ser...",
pensamos y tomamos otro que se abría hacia la derecha -hacia el lago-.
Obviamente llegamos al lago y no teníamos para donde ir. Retrocedimos
nuevamente metiéndonos en un hermoso bosque aunque no lo apreciamos porque más
bien comenzamos a insultarlo ya que se iba complicando hasta que... nos cerró
el paso.
"Parece que por acá no es...",
dijimos y, haciendo de cuenta que nada había pasado, regresamos hasta el lago y
aprovechamos a desayunar. "Panza
llena, mente clara...", pensamos.
Luego del descanso y el morfi regresamos hacia aquellas casas y aprendimos
nuestra primera lección: allí todas las tranqueras se abren, se cruzan y se
vuelven a dejar cerradas. Sin embargo las tranqueras nos tenderían más de un
engaño en los próximos días.
En marcha
La
caminata luego se hizo sencilla, primero por la ruta de ripio que comenzaron a
hacer desde el lago y que algún día unirá esta zona con el Lago Puelo, en
Argentina, a través de Llanada grande, y después a través de un campo de
pastizales hasta cruzar un arroyo. Esa zona la recordaba perfectamente porque la
había recorrido el año anterior. Yo había hecho esta travesía desde
Argentina a Chile (al revés que ahora) con una ex-novia y mi experiencia, sobre
todo con la gente, fue tan linda que decidí volver con mis amigos. En la ocasión
anterior casi siempre alguien me iba guiando, ahora iríamos “por las
nuestras” y, la verdad... se notó la diferencia.
Luego de cruzar un par de tranqueras más conversamos con un poblador y paramos
en otra casa a comprar pan y queso caseros, delicias que de las que uno no puede
privarse. A eso de las 16 hs. nos detuvimos para acampar a orillas del Río
Manso.
Este río nace en el Cerro Tronador, a 90 km. de Bariloche y luego de ingresar a
varios lagos sale del Steffen (en Argentina) para finalmente tomar dirección
oeste y cruzar a Chile. Apenas cruza el límite tuerce su curso tomando dirección
de norte a sur hasta desaguar en el Lago Tagüa-Tagüa.
Nuesta idea era seguir el curso del Manso hasta llegar a la Argentina, al paraje
"El Manso", a unos 10 km. de la frontera. El recorrido total era de
unos 80 km.
El río nos sirvió para lavarnos un poco ya que nos habíamos llenado de tierra
porque el clima, ese día estuvo muy bueno y seco. Así seguiría a lo largo de
toda la travesía.
La noche se presentó totalmente estrellada. Invitaba a lo que hicimos; tirados
adentro de la carpa sacamos la cabeza de la misma de cara al cielo admirando ese
espectáculo.
"Viste las estrellas...",
le dijo Ale a Néstor y él respondió un "si" tan de compromiso que
sonó a lo que era, las estaba viendo... en sueños.
Un trayecto corto
El
día 7 nos levantamos tarde, desayunamos y comenzamos a caminar atravesando
varias propiedades. Hasta aquí el terreno era llano pero ya veíamos que
comenzaría la verdadera "cordillera".
Llegamos al pie de la primer cuesta importante y encontramos un grupo de
viajeros. Eran las 15,30 hs. y nos recomendaron que acampemos allí porque
llegar a otro lugar para hacerlo al comenzar a subir nos llevaría horas y se
nos haría de noche.
Antes que respondamos ya Alejandra estaba desparramada en el piso disfrutando
el futuro descanso.
Allí conocimos a Manuel Contreras quien sería, en los días posteriores,
varias veces compañero de viaje. Venía con unos parientes desde su casa -a un
día de marcha-.
A esta altura ya teníamos claro que llevando una mujer de acompañante la única
tarea que podíamos asignarle era juntar leña porque, de cocinar, ni hablar. Si
fue toda una lucha que nos haga unos mates... "la
lata esta caliente y me quema...", decía la niña refiriéndose al
tachito en el cual se calentaba el agua.
El armado de la carpa, el orden de las mochilas y la cocina fueron siempre
tareas exclusivas de Néstor y mía.¿Ale sería princesa y no nos dijo nada?.
Comenzó lo bravo
El
8 amanecimos temprano, a las 7 hs., y luego de levantar campamento conseguimos
arrancar la marcha a las 8,30 hs. Manuel, que iba a caballo en la misma dirección
que nosotros (hacia el norte) se apiadó de Ale y le llevó la mochila. Menos
mal... porque si sin mochila sufrió esa primera cuesta de interminables
caracoles no me quiero imaginar como la hubiéramos tenido que arrastrar con
mochila.
Néstor se disparó adelante enchufado con sus walkman y llegó, junto a Manuel,
hasta nuestro destino de ese día -la casa de la familia Vera- alrededor de las
13,30 hs.
Con Ale nos retrasamos y eso provocó que, en un momento, dudemos del camino y
eso, por supuesto, nos retrasó más. Llegamos a lo de los Vera dos horas después.
En el camino se nos prendió un perrito que estaba perdido y para que Ale no lo
tocara le dije “puede ser un cimarrón y
si la madre te ve te puede atacar”. Pero el cachorro no era ningún
salvaje y Ale lo sabía así que mi estrategia no resultó y el bicho nos demoró
algo ya que se se empecinaba en caminar entre mis pies con lo cual,
inevitablemente, se ligó algún pisotón, mientras Ale -enternecida- se lo quería
llevar a su casa.
En el camino debimos sortear dos cuestas muy largas y cruzar el río Steffen,
que tiene un puente. También pasamos dos pampas, una con construcciones
abandonadas y otra con un poblador (Martínez).
Los Vera nos recibieron tan bien como lo hicieron conmigo el año anterior. Nos
sirvieron un almuerzo de cordero ahumado con los pepinos más ricos que comí en
mi vida y choclos. Luego atacamos sus árboles de guindas y manzanas.
Armamos la carpa entre los frutales y nos divertimos viendo a los chanchitos
pelear duramente por las manzanas caídas.
Otra
vez... caminante...
El
día 9 nos levantamos, desarmamos todo, desayunamos y luego de agradecer las
atenciones recibidas y reconocerlas monetariamente partimos. Eran más de las 10
hs.
Néstor cumplía 26 años al día siguiente, el mismo día que la hija de Manuel
cumplía 11 y por eso nos invitó a su casa, a festejar todos juntos. Un
corderito nos esperaba.
Aquel día iniciamos la caminata esperando llegar por la tardecita a cruzar el río
Torrentoso. No nos imaginábamos que ese no sería nuestro día...
Partimos pasadas las 10 hs. y Néstor encabezaba la caminata y comenzó a subir,
y subir, y subir hasta que en un momento comenzamos a ir hacia el sur -nuestro
rumbo debía ser norte-. Allí definitivamente sospechamos: ¿estaríamos
equivocados de camino?.
Analizamos la situación y llegamos a la triste conclusión de reconocer que así
era. Hicimos lo que se hace en esos casos... retroceder hasta donde se está
seguro y así nos dimos cuenta que equivocamos el sendero a los... 15 minutos de
haber partido!!.
Allí tomamos la senda correcta, la otra -luego nos enteramos- era una usada
para ir a buscar leña a la zona alta de la quebrada. Ya eran más de las 13 hs.
Comenzamos a caminar y luego de hacer alguna parada para comer y recorrer zonas
hermosas -boscosas, algunas pampas, cruce de arroyos y muchas cuestas- llegamos
a una tranquera. Era nada menos que una trampa!!.
Allí había dos sendas y, vaya a saber uno porque, optamos por tomar la que
descendía. Antes nos habíamos perdido "subiendo" ahora era el turno
de hacerlo "bajando".
A poco de andar llegamos a una casa con corrales y yo no la recordaba de mi
travesía del año anterior. Ocurría lo que empezaba a sospechar... no era por
ahí!!.
Sin embargo fue bueno, conocimos a don José Ramiro Maldonado. Un chileno de 50
años que siempre vivió allí y lo hace solo. En realidad esta casa era de Velázquez
que estaba trabajando en el camino del Tagüa-Tagüa y Maldonado le cuidaba los
animales. Él vive a 20 minutos.
Muy amablemente nos indicó por donde volver pero cuando lo intentamos....
volvimos a pifiar. Evidentemente ese no era nuestro día así que volvimos a la
casa, acampamos y tuvimos un lindo atardecer charlando con este atento hombre
con unos buenos mates que nos cebó.
En la ruta
El
día 10 -cumple de Néstor- Ale y yo lo despertamos con un tirón de orejas y un
desafinado cumpleaños feliz. Nuestro amigo Maldonado nos acompañó hasta el
camino y nos dejó en ruta. A este buen hombre le dejamos algunos analgésicos
que llevábamos ya que hacía como 15 días tenía muy lastimada -seguramente
fisurada- la zona de la muñeca izquierda de un accidente al colaborar con un
vecino a rescatar una vaca desbarrancada. La enfermería esta a dos días de su
casa. Cosas de la cordillera!!.
El
resto del día fue ansiedad por llegar a festejar el cumple y apurarnos por la
ansiedad... y el hambre. Sólo nos quedaban unas manzanas que sabiamente había
guardado de los árboles de los Vera.
La marcha nuestra arrancó a las 10 hs. y, recorriendo hermosas zonas boscosas y
arroyos -con sus cuestas- llegamos a un importante arroyo y a beber agua del río
Manso. Ale quiso sentarse de golpe en el río... ¿tanto calor tendría?.
Después de que Ale se cambió la ropa mojada caminamos y tuvimos que cruzar el
Torrentoso -bastante ancho- por "las piedritas".
Por fin!! llegamos a lo de Manuel Contrera como a las 18 hs. Nos recibieron
contentos con torta y cordero! (más contentos estábamos nosotros). Con Néstor
nos quedamos charlando hasta tarde con Manuel y su agradable señora, Elizabeth
Orrego.
Llegando a
El León
El día 11 partimos
como a las 14,30 hs. hacia El León. La caminata fue linda pero las cuestas
interminables. Manuel nos acompañó un tramo y llegamos a eso de las 19 hs.
Estaba contento de volver a ver gente que el año anterior me había tratado de
maravillas.
El último tramo de este trayecto Ale no quería caminar más pero ya faltaba
poco y la amenazamos con dejarla sola con el puma (amenaza que se reiteró en
varios tramos de la caminata).
Caímos primero a lo de Efraín Macías, estaba su esposa y Américo -su hijo-.
Nos recibieron con deliciosas ciruelas y jugo. No dejamos nada.
Luego pasamos por Carabineros para hacer el trámite de salida y nos trataron
muy atentamente. Incluso nos ofrecieron acampar allí y hasta jugar al fútbol
(justo estaban armando un partido con pobladores).
Finalmente fuimos a la enfermería. Allí estaba mi buen amigo Raúl Vera. Qué
tipazo!!. Qué personaje!!. Nos recibió contento y nos atendió bárbaro!!.
Ah, ahí nos bañamos por primera vez en varios días, el agua estaba helada
pero en realidad no importó.
La noche tuvo una sorpresa: fuimos invitados a cenar en la escuela. Estaba el
profesor, Raúl, un carabinero joven y Eliseo Vera -el Jefe del Retén de
Carabineros- que demostró no sólo su gran fe católica sino también ser un
gran guitarrista.
Raúl se animó a cantar para hacerle companía a Eliseo y yo, para no ser
menos, les mostré algo de nuestro folklore con un malambo recordando la época
en que integraba un ballet folklórico argentino.
Cruzando la
frontera
El
12 era el día en que teníamos que estar en el paraje El Manso -Argentina-
porque ese día había colectivo para Bariloche (va sólo dos veces a la
semana). Por ello partimos, luego de desayunar con Raúl y Eliseo a eso de las
13 hs.
Néstor y yo, que habíamos cargado las mochilas toda la travesía decidimos
disfrutar a pleno esta caminata y le contratamos un pilchero a Efraín. También
vino con nosotros Manuel -una vez más- que iba a ver a su hermana en Bariloche.
La caminata fue linda y placentera. Al llegar al hito fronterizo -a los 10
minutos de salir- nos trepamos en el "pa´la foto" y luego ingresamos
al límite sur del Parque Nacional Nahuel Huapi.
A las 3 hs. de caminata llegamos a Gendarmería Nacional, hicimos el trámite de
ingreso al país y después de 1 hora llegamos al Paraje.
Luego de Gendarmería debimos cruzar una pasarela sobre el Río Manso. Creo que
Ale necesitaba dos manos más ya que no sabía como sostenerse porque la misma
se movía para todos lados.
Tomamos el micro a las 22,15 hs. y llegamos a San Carlos de Bariloche pasadas
las 00 hs. del 13 de febrero. Habíamos partido de Puerto Montt el 5.
Vivencias
En
nuestro trayecto encontramos paisajes hermosos, gente más hermosa aún y
convivimos tres viajeros que, aunque parezca mentira, 6 meses antes no nos conocíamos
entre nosotros.
Este tipo de viajes deja varias cosas pero, por sobre todo, la experiencia de
conocerse uno mismo en situaciones "no ideales", en aprender a superar
"incomodidades", la riqueza incomparable de aprender a disfrutar de la
naturaleza y a comprender que "no todos somos iguales" y que
discriminar a alguien o prejuzgarlo por su nacionalidad es propio de una
mentalidad estrecha y estúpida.
“Nuestros ojos y corazones se llenaron de paisajes maravillosos que no se
pueden describir con palabras. Conocimos a personas a las cuales les importa muy
poco tu nacionalidad o si un hito tuviese que ir en tal o cual lugar.
Simplemente les interesa ayudarte en todo lo que puedan y en que te sientas como
uno más de la familia”,
fue la conclusión de Ale.
Ojalá todos pudieran tener estas experiencias. Seguro que si les ocurriera
tendrían, como yo, la necesidad de contarlas, transmitirlas de alguna manera.
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