Fin de semana en los Gigantes
AUTOR: Alfredo Moyano
LUGAR: Los Gigantes
PROVINCIA/PAIS:
Córdoba, Argentina
FECHA: Agosto 2008
Quería contarles mi primera
experiencia con Andinautas el pasado fin de semana largo en Gigantes, Córdoba.
Nuestro equipo estaba integrado por Mauricio, Claudia, Gonzalo, Juan, Darío y
yo.
El fin de semana se nos presenta con un sol prometedor lo que augura un viaje
tranquilo y muy divertido.
Nuestra llegada a la zona cercana a nuestro destino se produce en horas de la
noche, recorriendo el camino sinuoso de 30 km que une a Tanti con La Rotonda en
la base de Los Gigantes en plena oscuridad, lo que nos permite apreciar desde
cada recodo del camino ese mar de luces que dibuja la ciudad de Villa Carlos Paz
en el horizonte.
Arribamos a la base del macizo aproximadamente a las 23 hs donde la familia
Pedernera mantiene un refugio que en otras épocas albergó a personalidades como
Enrique Muiño, Benito Quinquela Martín, Hipólito Irigoyen y Marcelo Torcuato de
Alvear, en donde decidimos pasar la noche para emprender nuestro ascenso al día
siguiente.
Domingo 17 de agosto, me levanto temprano, pero no lo encuentro a Darío. tan
temprano se levantó? saliendo de su auto lo veo venir y me cuenta que el
concierto nocturno de ronquidos en Do Mayor de la noche anterior no lo dejaron
dormir y se refugió en su dormitorio rodante.
Luego del desayuno comenzamos nuestro ascenso. En principio la mañana se
presenta fría, pero tras los primeros metros subidos empezamos a aligerarnos de
ropa para estar mas cómodos.
El paisaje que se presenta ante nosotros está compuesto por grandes bloques de
piedra que demarcan senderos en todas direcciones, donde vamos siguiendo las
pircas colocadas sobre las grandes rocas para guiarnos en nuestro ascenso.
En nuestra senda nos detenemos, para descansar, observar el paisaje, sacar
fotos, maravillándonos de las caprichosas formaciones que dibujan mogotes
monolíticos, profundas quebradas y un laberíntico sendero por el que
transitamos.
Mas arriba encaramos la Cuesta de Jiménez, la cual es un abrupto ascenso
zigzagueante el cual toma mucho de nuestro aire. Por último atravesamos por el
Paso del Viento, un lugar muy especial desde el cual se puede apreciar gran
parte del valle.
Este paso nos permite acceder al valle al pié de los mogotes donde se encuentra
el refugio Aurelio Castelli del Club Andino Córdoba a 2100 metros de altura.
Al llegar allí, preguntamos para alojarnos y sorprendentemente recibimos solo
evasivas incertidumbres por lo que decidimos descansar a unos metros del mismo
para alimentarnos, aprovechas el sol y decidir que hacer (había pocas ganas de
armar la carpa.) Mauricio sugirió que podíamos ir a averiguar en el refugio del
Club Andino Villa Carlos Paz que se encontraba por el mismo valle mas adelante,
y ver si existía provisión de agua en caso de tener que acampar. Entonces Juan y
Darío salieron en su búsqueda, mientras que los demás quedamos disfrutando del
sol del atardecer.
Al rato vuelven y nos cuentan que el lugar está bueno y hacia allí vamos con
todo nuestra carga. Llegamos al refugio el cual estaba cerrado pero por sus
ventanas se pueden ver mochilas en su interior, clara señal que alguien en algún
momento va a volver.
El lugar es una construcción de piedra con techo a dos aguas reparado del
viento, en un estrecho valle dentro de una zona de reforestación de tabaquillos,
flanqueado por un pequeño arroyo de agua cristalina y un paredón de roca
granítica que sirve a la vez de apoyo para una de sus paredes. El paisaje se
completa con muchos pajonales que tapizan el suelo y nos sirven de cómodos
reclinatorios para el descanso.
Al tiempo arriban a la zona, los habitantes del mismo con gente del CACP que
habían salido a realizar un trekking por la zona y muy amablemente nos permiten
pasar la noche allí.
Nos instalamos y comenzamos a conocer las personas que serán nuestros compañeros
de refugio. La noche cae y también la temperatura. Es importante llenar las
reservas de agua ya que en la mañana esto sería imposible porque el agua estará
completamente congelada.
Nos repartimos en las camas de los pisos superiores y comenzamos los
preparativos de la cena. Por cortesía primero la realizan los "habitantes
originales" y luego nos llega el turno a nosotros. De mas está decir que mis
conocimientos culinarios se pueden comparar con los de física cuántica (nada),
pero Junto a Claudia intentamos improvisar unos Capelletini con corned beef que
salieron bastante bien pero había comida como para veinte! (un error de
cálculo.)
La noche se presentaba fría pero con cielo completamente despejado y salimos a
realizar una caminata nocturna hasta el fondo del valle con nuestras linternas y
subir el cerro para tener una visión panorámica de la zona. Cuando llegamos a la
cima, la luna llena dejó ver todo su esplendor al recortarse entre los cerros y
brindar sombras mortecinas como vagos perfiles fantasmagóricos sobre la
depresión del arroyo.
Momento de fotos, disfrutar la vista, conocernos más en la tranquilidad de la
noche y luego retornar para nuestro merecido descanso.
Lunes 18 de agosto y el día se presenta tal cual los anteriores, completamente
despejado incitando a la exploración.
Nuestros amigos del CACP emprenden el regreso y como lo conocían a Mauricio, le
dejan la llave para que podamos quedarnos una noche mas.
Con equipo liviano nos dirigimos al Cerro Mogote, techo de Los Gigantes (2374
m.s.n.m.) pasando por quebradas, abras y senderos con rocas de diferentes
colores que estimulan los sentidos, llegamos al refugio que se encuentra al pié
del cerro y comenzamos el ascenso.
Una roca muy lisa nos da la bienvenida para sortear lo que nos separa de la cima
haciendo sufrir nuestras manos y agudizar nuestra atención para encontrar una
pequeña grieta o saliente que nos sirva de soporte para lograr el cometido.
Todos llegamos hasta la cima! Y la vista que obtenemos desde allí es increíble y
estratégica, la imponente Pampa de Achala, de San Luis, de Pocho, el majestuoso
Champaquí, el valle de Punilla en todo su esplendor.
Luego comenzamos nuestro descenso para dirigirnos hacia el valle de los Lisos y
los arroyos subterráneos. No voy a repetir la belleza del lugar, pero si contar
que en nuestro camino encontramos como pequeñas manchas desperdigadas en el
paisaje, casi imperceptibles si no se agudiza la vista, perteneciente a
escaladores que se instalan al pié de las paredes para realizar escalada ya que
la roca de la zona presenta una composición muy estable para este tipo de
práctica.
Pero lo que si quiero contarles es la cantidad de cóndores que podemos ver. Por
momentos es hipnótico ya que en un planeo infinito con solo pequeños movimientos
de las plumas de la punta de sus alas realizan giros y nos acompañan por todo
nuestro trayecto, a veces dejamos de verlos para no pisar en falso, pero cuando
elevamos la vista allí están.
Al llegar al Valle de los Lisos le dedicamos un pequeño descanso y admiración a
una zona en la que solo nosotros estamos, con arroyos corriendo entre las
piedras a una altura de 1500 m.s.n.m. nos reaprovisionamos de agua y seguimos
nuestro viaje pasando por el refugio Busegrawitz, una cueva natural que fue
cerrada en su parte frontal y permite protegerse de las inclemencias de clima,
exploramos otras cuevas y atravesamos cajones estrechos donde hay que caminar
por sobre las piedras del arroyo ya que es la única forma de sortearla.
Encontramos el arroyo que se mete en la sierra, pero nos es imposible entrar ya
que de hacerlo nos mojaríamos y el clima no lo aconseja, buscamos otra entrada a
la montaña pero la tarde presagia el advenimiento de las sombras y queremos
llegar a nuestro refugio con luz de día.
En este punto Juan emprende el regreso a Buenos Aires ya que sus compromisos
laborales así lo exigen, así que nuestros caminos se separan luego de tomar el
camino opuesto que Gonzalo le aconseja para su descenso. me parece que no
confiaba mucho en sus indicaciones.
Emprendemos el regreso por un camino distinto rodeando otra cadena de de cerros
y en las últimas horas de la tarde ya estamos en nuestro refugio.
Hora de alimentar nuestros espíritus, de reírnos mucho de las historias de
Gonzalo y dedicarnos al descanso en el refugio que esta noche es solo para
nosotros.
Martes 19, nos levantamos y tras los mates de rigor comenzamos a dejar en
condiciones el refugio y preparar nuestras mochilas para el descenso. A media
mañana estamos bajando con el sol en nuestras caras y la felicidad en nuestro
rostro por haber compartido unos días entre amigos y con la pasión que nos une.
No quiero dejar pasar el agradecimiento hacia mis compañeros de aventura,
Mauricio: por compartir tus conocimiento de una manera muy generosa y por
aceptarme como uno mas del grupo.
Claudia: mi admiración por ser tu primera vez en este ámbito y sortear las
dificultades como una montañista mas.
Juan: por su ecuanimidad y predisposició
Gonzalo: por hacerme reír sin parar durante todo el fin de semana.
Darío: por compartir muchas vivencias y por tu calidad de persona.
Y a todos por ser parte integrante de un fin de semana que quedará en mi memoria
por los momentos vividos. Gracias.
P.S.
El chivito que nos comimos en Carlos Paz a la vuelta no tuvo desperdicio!